La «B» y la «M»: Bimbrera/Brinbera/Mimbrera; Marcena/Barcena; Balbuena/Malbuena/Marguena/Marbuena

Para intentar profundizar en el conocimiento de la toponimia menor de Cantabria, y en el conocimiento de las variedades lingüísticas cántabras, esta vez fijándome en el cambio de la labial inicial “b” por “m”, voy a dar varios ejemplos de Sanander y de Valdáliga. Voy a continuar empleando materiales del Catastro de Ensenada, de mediados del siglo XVIII (ca. 1753), que, examinados desde un punto de vista sociolingüístico y dialectológico, permiten conocer mejor, tanto la variación lingüística en general, como, en particular, el proceso de castellanización lingüística que se experimentó en Cantabria con bastante intensidad en época moderna.

En primer lugar, voy a dar un ejemplo en el que ocurre lo mismo en el mismo término en los dos lugares, Sanander y Valdáliga (conceju de Roiz). Se trata del topónimo “La Bimbrera/La Vimbrera”, que en Sanander es un lugar en el entorno de Las Llamas, y en Valdáliga, un lugar en el conceju de Roiz, en el barriu La Cocina. Este término de “vimbrera” procede del latín “vimen”, y de su evolución antigua, con epéntesis, “vimbre”. Se refiere a un arbusto de la familia de las salicáceas, que en castellano se denomina preferentemente hoy en día “mimbre” y “mimbrera”, aunque también están documentados en tierras castellanas los términos “vimbre” y “vimbrera”. Una “vimbrera” es también, en Cantabria, el lugar en el que hay varios ejemplares de este arbusto. A esto se refiere también el término “vimbral”.

Un breve ejercicio de lingüística histórica permite ver bien que las formas locales de Sanander y de Valdáliga fueron “vimbre” y “vimbrera”, que son más fieles al latín original que las castellanas “mimbre” y “mimbrera”. También ocurre en la lengua gallega, donde el “vimbre” cántabro es el “vime”, o en la catalana, donde es el “vimet”. Lo que vemos en la documentación es que el topónimo “vimbrera” local de la ciudad de Sanander y del valle de Valdáliga se mantiene fiel a la fonética del latín vulgar, y sometido a dos procesos. Por un lado, un proceso fonológico, la sustitución del sonido de la “b” por el de la “m”, que es indicativo de la variación local (se hace el cambio ante un grupo “mb”), y que refleja que, por diferentes razones, durante cierto lapso de tiempo han coexistido diferentes realizaciones. Recuerdo en este punto que tanto los declarantes como los escribientes del Catastro son de Roiz, y que sería interesante disponer de un perfil social de los mismos para determinar su grado de exposición al castellano. Por otro lado, hay un proceso de abierta castellanización, cuando el término “vimbrera” se sustituye por el término “mimbrera”, especialmente porque, sin recuerdo del original del latín, “vimbrera” no se considera correcto. Es difícil saber cuando se ha producido lo uno o lo otro, pero sería interesante poder determinar en qué medida la sustitución de “b” por “m” se consolida por el avance de la castellanización, y en qué medida los escribientes y los declarantes reflejan un fenómeno fonológico local o hacen avanzar la castellanización.

En las respuestas de Sanander al Catastro de Ensenada (1753), el término aparece como “binbrera”/”vimbrera” y como “mimbrera”, tal y como pasa en Roiz, y en ocasiones como “La Brinbera”. En este último caso hay metátesis en sílabas consecutivas, con una transposición de la “r” a la sílaba precedente, la primera del término: “brinbera” por “binbrera”. La “r”, como en el caso de Gabriel/Grabiel, al que me he referido ya en La Murria, también pasa a la primera sílaba de la palabra.

Es lo que se ve en el ejemplo que incluyo fotografiado: “… medio quarteron de viña que linda al zierzo con brinbera…”.

Por lo que dice el Catastro de Ensenada, y también por lo que dicen interlocutores actuales, La Vimbrera, conocido hoy casi invariablemente como La Mimbrera, es un lugar del entorno de Las Llamas en el que se explotaba el “vimbre” como recurso.

La documentación que presento para el caso de Roiz es muy similar. En el Catastro de Ensenada se puede documentar la forma “bimbrera” y la forma “mimbrera”, y en los registros sacramentales de defunción de la parroquia se puede ver, a través de un registro de 1808, que el término vernáculo se mantiene en el siglo XIX. Aparece como “la Casa de la Vimbrera”, y se refiere a un invernal en el que fue hallado muerto en noviembre de 1808 un soldado disperso de los que combatieron bajo las órdenes de Blake en la batalla de Espinosa los Monteros contra los soldados de Napoleón, en la época de la Francesáa.

Se trata de un topónimo del barrio de La Cocina, emplazado en el entorno del cementerio. En el Catastro actual aparece castellanizado como La Mimbrera.

Catastro actual.

Mi segundo ejemplo de mutación de “b” y “m” se refiere también al conceju de Roiz. Se trata de uno de los topónimos menores más numerosos de Cantabria: Bárcena, que algunos consideran de origen prerromano y otros procedente del latín “marginem” (margen u orilla), algo que refuerza el hecho de que muchos se encuentran en las orillas de los cursos de agua. Tal y como se puede ver en los ejemplos, del conceju de Roiz, el topónimo es realizado localmente como Marzena en las respuestas del Catastro de Ensenada (1753). Si Bárcena viene del latín “marginem”, en este caso es posible pensar que no hay una mutación de “m” por “b”, sino una preservación de la “m” original. Habría habido un cambio fonológico en la aparición y difusión de Bárcena y en la consolidación del término como tal. Para confirmar esto habría que consultar documentación medieval, si existiera.

En las respuestas del Catastro de Ensenada (1753), algunas escritas por un mismo escribiente, podemos ver cómo vecinos del mismo conceju declaran tener propiedades en la Marzena y otros en la Barcena, ejemplo de la variación fonética existente en ese momento.

Mi tercer ejemplo, quizá el más elocuente de los tres, porque nos informa sobre varios procesos lingüísticos, procede del Catastro de Ensenada (1753) y se refiere a Sanander. Se trata del topónimo Valbuena, que alude a unas viñas que tenían diferentes propietarios, y que estaban emplazadas en el entorno de la propiedad del Marqués de Valbuena de Duero. Este Marqués de Valbuena de Duero era natural de Solares, pero residía en Sanander. Fundará una fábrica de cervezas, “La Austríaca”, en Cañadíu, y a partir de 1779, será escribano de número de la ciudad. En su título se refleja el nombre de una localidad castellana, de la provincia de Valladolid. Cabe suponer, por todo ello, que Valbuena/Balbuena es la forma original del topónimo, y que no va más atrás del siglo XVIII, pero no sé a ciencia cierta si esto es así. En este caso, en el Catastro de Ensenada (1753) los escribientes registran hasta tres variaciones: Malbuena (la más frecuente), Marguena (Margüena) y Marbuena, con cambios de “m” por “b”, como los vistos anteriormente, pero también de “g” por “b” (consonantes oclusivas sonoras), como los que expliqué ayer, y de “l” por “r”. No son simples cambios fonológicos, ya que también suponen la aparición de nuevas palabras reconocibles en el término: “mal” por “val”, y la forma local “güena” por “buena”.

La mutación de “b” y “m” también se da con frecuencia en euskera: BURUAGA/MURUAGA. En realidad, lo que se produce, tanto en el cántabro como en el euskera, es una asimilación de las consonantes labiales “b” y “m”.

Una última nota sobre esto concierne al topónimo Majuelo, de Sanander, que me ha hecho pensar si el apellido Bajuelo, de Udías, presenta una mutación de “m” por “b”. Procedería entonces del latín “malleolus”, martilluco/mazuco, de “malleus”, martillo o mazo, que creo que es lo más probable.

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